jueves, abril 22, 2010



Historia de una gatita llamada Sylvie o crónica de la estupidez humana.


Todo comienza hace unos meses cuando decidimos adoptar un gatito para que acompañara a Maia, nuestra perrita poodle que se veía muy triste después de la muerte de su compañero de vida, Orión.

Preguntamos a los vecinos si sabían de alguna gatita que estuviera por parir, ya que nuestro interés estaba muy lejos de desear un gato de raza.

La búsqueda fue infructuosa y al llegar mi hija a casa de vacaciones nos pusimos en campaña a buscar uno por internet que se encontrara cerca de donde vivimos. Y ahí la vimos: Sylvie, preciosa gatita de dos meses de nacida, blanca como la nieve y con ojitos azules penetrantes. La emoción era inmensa!!! La distancia a recorrer para buscarla no era tanta (80 km de aquí) y era además una gatita de raza British shorthair.

Para ese momento lo único que se me pasó por la mente fue de cómo los dueños podían regalar una gatita cuyo precio en el mercado era de 950 euros…

Contactamos al dueño vía correo electrónico ya que el anuncio no tenía ningún número de teléfono ni dirección. El respondió rápidamente notificando que él se encargaba de enviar la gatita por encomienda especializada, incluso acompañada de un veterinario hasta mi casa.

Segundo pensamiento: Que gente tan linda, como se preocupan de su gatita, lo único que piden a cambio es cuidarla con mucho amor y enviar fotos de vez en cuando.

Sin embargo no envió ni numero de teléfono ni dirección, solo un correo electrónico.

Al día siguiente nos llaman de un número internacional, donde nos comunican que son la empresa encargada de enviar el animalito hasta nuestro domicilio y que sólo debemos cancelar la suma de 97 euros por concepto de cambio de nombre de propietario de la gatita. Pero este pago debía hacerse vía Western Union a nombre de un tal señor:

DA SILVA PIERRE, 12 RUES DE L'INDEPENDENCE, CODE POSTAL: 00229,

PORTO-NOVO. BENIN.

Benin??? Cuándo en mi vida supe yo que existía un país llamado Benin??? Pues bienvenidos a Benin!!! Un lugar del África donde ni Google Map tiene fotos ni planos precisos del lugar.

Mi cabeza comenzó a funcionar, pero del modo equivocado… para explicarme mejor, mi cabeza piensa de dos maneras: una: a la venezolana (piensa mal y acertarás) y la otra a la francesa (la palabra de una persona vale más que un cheque en blanco) y como vivo en Francia, comencé a procesar la información a la francesa a pesar de todos los indicadores que estaban apareciendo.

Salgo en carrera a pagar los 97 euros a la Poste (oficina de correos) ya que en teoría la gatita no podría entrar en suelo francés si no se cambiaban de nombre los papeles, lo hago consciente de que es una situación extraña, mi mente venezolana me dice: y por qué si es una empresa no tiene una cuenta bancaria para transferir el dinero como la gente normal? Y mi pensamiento francés me decía que la pobre gatita seguro se iba a morir de hambre mientras no llegara a casa sana y salva.

Confirmo el envío del dinero y me dicen que todo está bien, que en 24 horas recibiré mi animalito. A todas estas, en cada conversación telefónica, escucho un ruido infernal de calle, y me hace recordar esos teléfonos ubicados en mesitas a lo largo de las aceras caraqueñas ofreciendo sus servicios al extranjero por módicos precios… Pero estoy en Francia, y regreso a la angustia de mi gatita hambrienta.

Pasan dos días y llega la fecha pautada para la llegada de Sylvie, quien después se llamaría Pandora (como la famosa caja de la mitología donde se guardaban todos los males del mundo).

En la mañana voy al supermercado, compro comida para gatos cachorros y una leche especial también, pero decido comprar en muy pequeñas cantidades, escuchando una vocecita que viene de muy adentro de mí que me dice que algo no está bien (o que nada esta bien!!!)

A mediodía recibo una llamada del mismo personaje, diciendo que hubo un pequeño inconveniente con la aduana francesa y que hay que pagar 150 euros más. Esa llamada, mi subconsciente la esperaba (o mejor dicho, mi pensamiento como venezolana) a lo que respondí como tal: -Señor, ya yo suponía que esto iba a ser así, por lo que no voy a pagar ni un euro más hasta tanto no tener la gatita en mis manos. El hombre se pone histérico! Y me amenaza con que va a dejar morir la gatita si yo no cumplo con el pago (ya vuelvo a mi repertorio mental y recuerdo la película “secuestro express”) le argumento de manera muy decente (a la francesa) que debe ponerse en mi situación, que yo no tengo garantía alguna de recibir el animal, que ya yo he pagado una alta cantidad por un gato que desde un principio era “regalado”…

Llamo al dueño de la supuesta gata a lo que él me responde que no tiene los medios para solventar esa cantidad por el momento y que además tiene un gran problema familiar puesto que una de sus hijas está hospitalizada al borde de la muerte (vuelvo a mi repertorio mental y recuerdo como en Venezuela los empleados matan a la abuela como 5 veces al año para justificar sus ausencias al trabajo) pero mi sentimentalismo no me permite ser intransigente con esa excusa, el se compromete a devolverme los 150 euros a final de mes si yo rescato al pobre animalito de morir en un aeropuerto.

Llamadas van y llamadas vienen…

Voy a la Poste, comento mi caso y veo caras de compasión hacia esta pobre extranjera que ha caído en las garras de la estafa por “falta de experiencia”… Me cuentan que ya la semana pasada un señor había ido a depositar 4000 euros para comprar un vehículo en África y que nunca más lo vio en su vida (ni el vehículo ni el dinero) y escucho la frase “esos africanos hacen lo que sea para matar el hambre”… mi mente vuela rápido a las calles de Caracas, a situaciones ya vividas, a la impotencia y la frustración…

Aun así yo sigo creyendo en la existencia de esa hermosa gatita blanca de ojos tiernos y azules.

Como el internet da para todo, me dedico a buscar la información que antes debí hacer y descubro que no coinciden direcciones, ni teléfonos, ni nombres. La agencia en Francia no existe, pero aun así recibo llamadas de la empresa de transporte pidiendo el pago y amenazándome con que me van a demandar por los costos de mantención de dicho animal. Recibo correos del propietario contándome la historia de su hija moribunda y que él se compromete a pagar esos 150 euros y todos los gastos que ocasione toda esta historia gatuna y que en dos semanas más, cuando el pueda pagarlos yo recibiré a la gatita.

Dentro de mí, yo decido renunciar a Sylvie. Mi guerra interna de pensamientos franceses y venezolanos ha colapsado. Descubro que la lección me ha costado bien cara: 97 euros más la humillación de haber sido estafada por creer aun en la honestidad del ser humano (esto último es lo que duele más)

La historia aún no termina… porque a pesar de haber renunciado y a tener todas las evidencias posibles de que todo ha sido una estafa desde el principio, aun creo que Sylvie, o Pandora, existe y está ansiosa de llegar a su casa en Francia, con una familia que la quiera y la cuide, una familia que se resiste a perder la fe en que podemos vivir sin miedo a ser engañados.

Esta historia continuará dentro de dos semanas… o si prefieren, pónganle ustedes el final.